Queridos todos,
Ya de nuevo con uds retomo la dinámica actualizaciones-querollomasenormequepegaestapava. Aunque lo de hoy va hacer las delicias de todos. El concierto del año. El concierto total del 2003. Mas que concierto, el Gran Evento. Y puedo decirlo con tranquilidad de conciencia, pues el de Los Planetas fue el año pasado jejejeje, y este fué el pasado 29 de enero. El concierto fue nada más y nada menos que de Los Focomelos. No me voy a entretener hablándoles del grupo de la playstation, de los grandiosos John Tones y Chili Temple. No, porque uds ya les conocen. Si no les conocen, bueno, yo les perdono, pero para que el mundo no se ría de su incultura les recomiendo ir pitando a www.focomelos.com y enterarse de qué van las cosas realmente.
Sabiendo la grandeza del grupo y de sus fans en general, uno piensa que no debería haber existido oposición alguna a mi presencia en tal evento, pues era obligado. Por desgracia mi padre opina muy distinto. Para mí, el concierto de los siempre geniales Focomelos tenía lugar en el molón Sidecar Factory Club, en el corazón de la glamourosa Plaça Reial de Barcelona, al lado de las Ramblas, lugar cosmopolita por excelencia. Acudía un público molón también, con algún que otro brutto, un ambientazo, vamos. Pero para mi paterno el concierto de los «chocomelos» se hacía en un antro de la puta plaza real, sede de camellos, yonkis, rameras y seres repugnantes en general. La peña que iría, el público del concierto, eran una panda de arrastraos y capullos, pues un miércoles por la noche la gente de bien duerme para madrugar e ir a ganarse el pan al día siguiente. Y una «señorita» como yo (jajaja) no hacía nada allí. El No desde el primer momento fue rotundo. Más que el de los Planetas. Más que cualquier No que me haya dicho nunca. Y así fue hasta la víspera del concierto. Martes por la tarde. El panorama no podía ser más gris. Una Out descompuesta lloraba en su alcoba ante la pantalla del ordenador, soñando en la aparición de una hada madrina que le llevase al concierto. No hacía falta toda la historia del vestido y los caballos. Un sedante para mi padre y un ticket de tren eran más que suficientes. En mi desesperación, me sumergí navegando en la página de Sidecar, con el anuncio de Cinefagia 2003 (el festival de cortos previo al concierto, un ciclo de cine anormal) y el súper concierto. Casualmente, topé con el «concurso focomelo». Los cinco primeros en decir cuál es el instrumento focomelo tendrían una entrada gratis. Idiotizada completamente por la frustración decidí enviar un mail a sidecar. Sabía que no sería de las cinco primeras. Era evidente dada la fecha. Tal vez por eso precisamente lo envié. No hace falta tener lógica a veces. Lo dije tal cual «Una Play Station -_- pero creo que es un poco tarde para ser de los cinco primeros…». Y me olvidé. Por la noche, en mi buzón había un mail de sidecar: «Hola Happy Outcast: Tienes razón, no eres de los cinco primeros, pero ya que lo has intentado, no te vamos a dejar fuera. Da tu nombre en taquilla y a disfrutar.» Así de sencillo. ¡Dios! Faltaba poco más de 24 horas para el concierto al que tenía prohibida la asistencia y me caía del cielo una entrada. Corriendo subí las escaleras del dúplex, hacia la tele, en donde reposaba Padre. Con lágrimas en los ojos, temblorosa, le conté la verdad. Con muchos rodeos, pero se los ahorro. Me dijo de todo… Pero… el no rotundo no estaba entre ello. ¿Serían los efectos de su consumo masivo de dvds? (no coño, no se droga con cosas raras, sólo es que le ha dado por ver muchas pelis) Bueno. El caso es que lo de la entrada no sé por qué sirvió de excusa. Sugerí que me acompañara mi adorado hermano, ese hermano que tengo que quiero mucho y del que no hablo demasiado porque ama el anonimato. Pero él no llegaba a casa de trabajar hasta muy muy tarde. Hasta que él no dijera nada no habría confirmación. Bueno, que me estoy yendo por las ramas. La agonía de la incertidumbre duró hasta el día siguiente, por la tarde. Entonces me dijeron que sí.
Miércoles noche. Mi padre nos llevó en furgoneta a mi hermano y a mí hasta Barcelona. Por el camino me contó de nuevo lo sucio y asqueroso de las gentes que se pasean por las Ramblas de noche. Y llegamos al Sidecar. Veinte minutos antes asombrosamente. Nos acompañó hasta la puerta… ¡¡¡y entró!!! Que vergüenza. Y eso que no soy normalmente una persona que se avergüence de sus padres (supongo que porque ellos tienen mas motivos de avergonzarse de mí). Pero vamos. Mi padre metido allí dentro. No, no pegaba especialmente. Nos dijeron que aún no se podía entrar en la sala. Volvimos al coche y tras un cuarto de hora escuchando las verdades sobre el mundo y su mal y lo afligido que estaba al ver que a su hijita le atraían esas movidas apestosas, pudimos irnos. Él ya no nos acompañó, pues unos señores policías estaban admirando como estaba mal aparcado en la parada de taxi. Eran las once. Quedamos a la una en la misma parada de taxi.
Entramos y dije mi nombre al señor de las entradas, y no sin cierto cachondeo me dejó pasar. Pero soy comprensiva y acepto que la gente se ría con lo de Happy Outcast. Es más, si eso les hace happys con sinceridad, yo me alegro. Mi hermano, Docer, pagó los cinco euros religiosamente. Bajamos las escaleras que llevaban a la sala del mal, y allí ya había gente conocida esperando los cortos de Cinefagia. Personajes que no todos uds conocen, que tuve el placer de conocer en persona, tales que Margarito, Lindyhomer, Klaus Kinsky y su amigo… Seres del universo Brutto y del inframundo del que mi padre quiere apartarme. Y los Focomelos, claro. Primero conocí a Tones (no pude acercarme a Chili hasta después del concierto). Todos ellos seres magníficos y entrañables. Bueno, mucho colegueo, buen humor y otras cosas que ya no mencionaré por si mi padre leyera esto. Yo con mis trenzas en medio de todo, happy. Mi hermano se integró estupendamente.
Los cortos, pues los hubo mejores y peores, aunque el nivel en general era bueno. «Enséñame las tetas», de Natxo Allende, un dialogo entre una joven y el cámara, que le pedía continuamente que le enseñara… eso, las tetas. «Charlie Busca», de Jorge Riera, estupendo. Así a mayores, es la historia del joven Charlie que con su cámara hace un reportaje ilustrando la búsqueda de su hermano desaparecido. Estuvo realmente bien. Y el soundtrack es de los mismo Focomelos. «Ruta destroy», un musical con unos bakalas muy bien caracterizados. «Fobia», en lengua extranjera (gracioso era ver como el público estiraba el cuello para leer los subtítulos, un público de élite que debería dominar el inglés por otro lado, ejem), un documental sobre seres con fobias algo inusuales. Y «Snuff 2000», que no hace falta decir de que trataba. Risas mil y admiración por parte de los asistentes. Bueno, yo es que no soy ni crítica ni cronista, ya lo saben. Y esto no es una página de crítica cinematográfica, es MI diario, y llevamos un párrafo sin que salga yo, así que ya vale.
Después de los cortos quitaron las sillas y mientras los artistas preparaban el tinglado con la play hubo más charlas con la peña. Más colegueo y más risas. Y entonces, el gran momento. Subieron al pequeño escenario y el concierto empezó. Gocé de primera fila, sitio cómodo desde donde pude fotografiar a las estrellas. A mi lado, mi hermano riendo, el simpático Margarito bailando y Lindy, que creo que me tiró de una trenza (¿o fue otra persona? Estaba oscuro y soy miope…). La gente se lo pasó en grande, aclamábamos a nuestros héroes. Al final de cada tema (como diría Ramonchu) una ovación del público. Disfrutamos como enanos al son de «Todo lo que rima es verdadero», «Colegialas en el planeta Z», «Soy una asistenta», «La amenaza de los trífidos», y muchos más temas, con una música total y unas letras increíbles. El momento fulminante fue con su clásico hit «Mami me he tragado un disco de depeche mode», que todos cantamos jovialmente. Tuvieron unos pequeños problemas técnicos, pues el sonido se iba a veces (probablemente por los botes que pegaba don Tones en sus bailes), pero a los que restaron importancia con su buen humor y espontaneidad. No queríamos que terminasen, pero después de un bis algo accidentado apagaron la Play. Entonces pregunté la hora, y era.. ¡¡La una y diez!! ¡Mi padre nos esperaba! Felicitamos a los maestros (conocí muuy brevemente a Chili), nos despedimos un poco corriendo y subí las escaleras del mal con mi hermano.
Bueno, si no les es suficiente esta versión del evento, que no lo es ya se lo advierto, lean este maravilloso articulo del agradable ser Jas. Click Aquí. Es como más profesional, esta muy bien contado y analizado. Este señor sabe escribir. Además, ha puesto las fotos que tomé. Y mi nombre aparece en negrita al final. ¡Qué ilu, qué honor!
Pero la cosa no está aún. Detalle cachondo. Pues a la una y quince salimos por la puerta de sidecar, preguntándonos que sería de mi padre. Allí estaba. Nos dijo que se había hartado de la parada de taxi pues… tres prostitutas negras se le habían insinuado -¿quieres follar? ¿quieres follar?- y un par de camellos sudamericanos le ofrecieron maría y hachís. A Docer y a mí se nos escapaba la risa, pero evidentemente guardé la compostura y callé, pues yo había logrado asistir al evento sin daños físicos, y no era cuestión de ganarme una torta a esas alturas. Llegué a casa happy aún.
Y este es mi feliz relato. ¿A qué les doy envidia? Yo también me la daría. Algo así no ocurre todos los días. Cuento los días que quedan para su próxima aparición por mis tierras, en marzo… y ya pienso en como convencer a mi padre pues sus palabras finales fueron «Esta es la ultima historia que me montas de este estilo en este año».
Me despido por hoy, que es tarde y quiero dormir. Ni que sea para quedar bien. Cuídense, bellos.
H. Outcast